viernes, 1 de junio de 2012

Recuerdos de la felicidad. Capítulo 1. - El comienzo.

Hay comienzos difíciles que no nos gusta recordar. Sin embargo, son comienzos. Aun que a veces resulten desagradables e imposibles, nos enseñaron que sin ellos, no se llega a ninguna parte. Lo admito, no me agradan los comienzos, ya que siempre he pensado que los míos, iban dirigidos al fracaso.
No me equivocaba al decirlo.
El principio de una nueva vida para mí. Palabras que me resultaban difíciles de asimilar. El cambiar de vida completamente me trasmitía un miedo más superior a cualquier otro sentimiento que pudiera experimentar en ese momento.
Todo me parecía distinto ahora. Aquel puente, por el que sólo pasaba los veranos. El coche donde me encontraba, adaptaba ahora otro ambiente. Incluso mi hermano era distinto, aquel que nunca dormía en los viajes, por a saber qué razón, ahora estaba dormido desde hace ya una hora. Apoyado en el respaldo del asiento, con la cabeza bien alta y la boca abierta. Yo no podía permitirme ese lujo. O no podía, o no quería. Desconozco la razón.
La preocupación me invadía por completo. La idea de empezar de cero en un lugar completamente nuevo me provocaba una frustración y un desasosiego interior superior a mí. ¿Por qué iba a ser diferente esta vez? ¿Volvería a hacer daño a gente que no se lo merecía? ¿Me iría mejor? ¿Peor, quizá? Y si eso ocurría, ¿tendría que empezar otra vez? Las dudas invadían mi cabeza.
La carretera cada vez se hacía más larga. Estaba en un lugar desconocido, prácticamente en medio de la nada. Lo único que sonaba en ese momento eran los golpes que recibían las paredes del maletero por culpa de nuestro equipaje.
Miré hacia atrás. El camión de mudanza estaba justo detrás. Maldecía ese camión, y el conductor que lo manejaba, del que el único odio que le podía tener era el de llevar mis cosas a un sitio del cual no tenía ni idea. Miré hacia delante de nuevo. Tenía que empezar a asumirlo. Estaba creando una nueva vida. Aun que estaba claro que no sólo iba a ser eso. Iba a crearse un nuevo yo, uno totalmente distinto. Un nuevo yo que olvidaría el pasado y sería el mismo. Un nuevo yo que empezaría de cero.
-Una nueva oportunidad.- Me dije a mí mismo.
Tal vez sólo me quería convencer de que todo esto, aun que no lo pareciera ahora, era lo mejor. Tal vez estuviera loco. Tal vez mi cambio consistía en olvidar a mi antiguo yo, y darle la bienvenida al nuevo Nathan Wallace. Tal vez no. Tal vez estaba perdido para siempre, y lo único que me esperaba al bajar del coche sería una vida desinteresada para cualquiera.
Esos “tal vez” me estaban destrozando la existencia. Marc seguía dormido. Ese niño de 19 años podía ser el ser humano más estúpido e irracional que pudieras cruzarte por la calle, pero, ahora lo valoraba más que nunca. Sería la única persona en la que podría confiar.
Vi como una sonrisa transformaba su rostro.
-Oh, qué bonito Nathan.- dijo Marc contestando a mis pensamientos.- Yo también te aprecio, hermano. – abrió los ojos y formó una especie de media luna en la boca. Muy oportuno.